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El Cielo se Moderniza

Autor: Aideé Granados

Marzo 27, 2016


¡Querida Alma, lo lograste!


Si el cielo tiene una puerta, ésta tiene forma de Cruz.


Esta puerta tendrá también una cerradura, y por tanto, necesitará una llave. Lógico, ¿no? Sin embargo, el paraíso cuenta con un sistema bastante sofisticado y moderno para entrar. ¡Parece que está al día con esto de la seguridad!


Les cuento esta historia…


Una mujer muy generosa vivía en la Tierra y observaba con detenimiento muchas necesidades que existían a su alrededor: enfermedad, hambre, tristeza, desunión, y más. Ella escuchó un día que cuando la puerta del cielo se abría, salían de ahí miles de regalos, bendiciones, cosas buenas y maravillosas. Entonces se propuso emprender camino hacia ese lugar y abrir la puerta a cómo diera lugar. Le gustaba ver al mundo más feliz que infeliz.


Agarró un equipaje ligero y se puso en camino. Sabía bien cómo hacer el traslado. Ya otros le habían enseñado por dónde ir.


Llegó por fin a la entrada, y encontró una puerta en forma de Cruz. No había otra forma de entrar: esa era la única opción.


La mujer tenía muchos deseos de que esas cosas maravillosas y regalos se desparramaran por todo el mundo. ¡Tanta falta que hacía! Lo necesitaba para ella misma, para su familia, para sus amigos, e incluso para aquellas personas que no conocía.


Tocó fuerte con los nudillos. Nadie respondió. Gritó con fuerza. No tuvo respuesta.


Esperó y empezó a desesperarse. Ella estaba determinada en abrir la puerta, llegar al cielo, recibir los tan platicados regalos y compartirlos con el resto del mundo.


Trató de derribar la puerta con todas sus fuerzas. No pasó nada. Puso explosivos, ¡para volarla! No funcionaron. Agarró un hacha para cortarla; la cruz parecía de madera. ¡Nada! Estaba agotada, física y emocionalmente. Le dio de patadas. Le gritó. Le cantó. Le bailó. Le hizo cosquillitas.


No se abría.


¿Dónde estaba el portero? San Pedro, ¿no? Parecía que el sistema de entrada se había modernizado.


La puerta parecía comenzar a inclinarse hacia ella, como abrazándola. Empezó a sentir el peso que tenía. Viéndola y sintiéndola así de cerca se dio cuenta que no había timbre. Si embargo, sí había una cerradura.


Percibió algo extraño. La cerradura parecía algo como un espejo, un panel, un tablero….algo similar a lo que había visto en películas de espías y futuristas. ¿En el cielo y con tanta tecnología? Finalmente pensó: “¡Es un lector!” La llave para entrar estaba en ella misma.


Probó con sus ojos, para que el lector leyera su retina. Nada. Probó con sus huellas digitales. Tampoco.


¿Había recorrido tanto para nada? La puerta de Cruz seguía inclinándose y abrazándola, casi al punto de no dejarle opción para salir por otros lados. Sólo así logró ver reflejada su propia cara en el lector. La mujer había probado todo. Ya había llorado, así que optó por sonreír. Una sonrisa que sólo podía ser producto de una satisfacción personal y aceptación con amor de la situación en dónde se encontraba. Amó el momento. Amó su Cruz. Y le sonrió desde lo más profundo de su corazón.


El lector cobró vida; unos ruidos comenzaron a escucharse. Unas luces se prendieron. ¡La sonrisa! ¡El corazón! Siguió enseñando grandemente sus dientes y siguió amando con locura su Cruz. ¡Lo más que pudo! Las comisuras de los labios le dolían de tanto mostrar su sonrisa. El corazón parecía estallar de amor. Y así de pronto, escuchó un “click”.


La Cruz se irguió y comenzó a abrirse, dejando escapar un sin fin de luz, regalos y dones que fueron a caer directamente sobre la Tierra. La mujer vio cómo éstos llegaban a su familia, a sus amigos y a los desconocidos. Era una lluvia tal de bendiciones que no daba crédito a lo que sus ojos veían. Y lo más impactante, la lluvia de regalos parecía no acabar.


“¡Será interminable y aumentará! Cuándo una puerta en el cielo se abre, nunca más se vuelve a cerrar”. Ella escuchó que una voz hermosa, cómo ninguna otra que hubiera escuchado antes, le decía esto mientras la abrazaba y besaba. Lo había logrado.




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