Érase una vez una mujer llamada Angélica, quien tenía un hermano sacerdote, encargado de la iglesia de su colonia.
Cada día, Angélica acudía a la iglesia para ayudar a su hermano y a la comunidad que ahí se reunía. Su dedicación era admirable. Sin embargo, en su afán por servir a los demás, a menudo se olvidaba de algo esencial: cuidarse a sí misma. A veces, Angélica no ponía atención en los buenos hábitos para comer. hidratarse, descansar, moverse.
Un buen día, después de horas de estar de pie y sin tomar agua, Angélica comenzó a sentir un fuerte dolor en los riñones. La incomodidad era tal que se vio obligada a visitar a su médico y reconsiderar sus hábitos. Entendió que no podía seguir descuidando su salud, ya que podría traer grandes consecuencias. Ella sabía que mantenerse hidratada era vital para su bienestar.
Decidida a hacer un cambio, y de la mano de su equipo médico, Angélica comenzó a buscar soluciones que se adaptaran a su vida ajetreada. Descubrió que llevar consigo agua fresca y de sabores naturales hacía que hidratarse fuera más fácil y agradable. Poco a poco, Angélica comenzó a consumir la cantidad adecuada de agua. Y ya hasta lo disfrutaba.
Finalmente, se sintió muy satisfecha y feliz al ver que los dolores desaparecían. Su cuerpo, agradecido, funcionaba mejor.. Y desde entonces, Angélica ha hecho de la hidratación una prioridad en su vida. Siempre lleva consigo una botella de agua, especialmente en los días ocupados en su trabajo en la iglesia. Ahora sabe que cuidar de su salud le da más vida y energía para seguir ayudando a los demás.
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Angélica tiene 45 años y es mamá de dos. Hoy reside en Dallas, Texas. Es muy alegre, optimista y también es participante de los programas de ROSAesROJO.
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